La Misión de Un Padre: Un Adiós con una Sonrisa diciendo tarea cumplida..!!

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Tal vez lo que están a punto de leer dolerá a muchos, y otros sentirán un nudo en la garganta. Pero esta es la cruda realidad de muchos padres.
Había una vez un hombre, un padre, cuyo mundo giraba en torno a sus hijos. Los veía crecer, correr, jugar y reír desde la ventana de su hogar. Cada caída, cada rasguño, él estaba ahí para levantarlos, curarlos y darles el valor para seguir adelante. Su vida estaba llena de esos momentos preciosos, cuando sus hijos lo miraban con esos ojos llenos de admiración y confianza.

Pero el tiempo pasa y, como todas las cosas buenas, esos días llegaron a su fin. Sus hijos crecieron y el círculo familiar se amplió y se transformó. Ahora, ya no lo necesitan como antes. Sus llamados se hicieron menos frecuentes, sus visitas más espaciadas. Ahora él es quien debe llamarlos, buscar un momento de su atención en medio de sus ocupadas vidas.
Al principio, esta nueva realidad lo llenó de tristeza. Sentía un vacío en el corazón, una nostalgia por esos días pasados cuando él era el centro de su pequeño universo. Pero pronto, comprendió que este cambio era una señal de éxito, no de fracaso. Sus hijos habían aprendido bien las lecciones que les enseñó. Se habían convertido en adultos independientes, capaces de enfrentarse al mundo por sí mismos.
Y así, empezó a recordar. Recordaba cómo los veía felices, correteando por el jardín, montando en bicicleta, cayéndose y levantándose con una sonrisa en el rostro. Entendió que su papel ahora era similar. Debía quedarse en la distancia, observando, confiando en que ellos sabrían levantarse después de cada caída, usando las herramientas y consejos que les había dado.

Ahora, sus hijos volaban solos con sus propias alas, formando nuevas familias y construyendo nuevos entornos. Su misión estaba cumplida. Sin embargo, todavía había una parte de él que esperaba, paciente y esperanzado, que el teléfono sonara. Esperaba que fueran sus hijos, preguntándole cómo estaba, si necesitaba algo, o tal vez invitándolo a comer algún día con ellos.
Pero ahora, tenía que hacerse cargo de sí mismo y de su vida. Debía seguir adelante, sin dejar de disfrutar y vivir un día a la vez. Ya no tenía el tiempo de cuando era joven; su vida iba encaminándose hacia la eternidad. Se daba cuenta de que tal vez sus hijos, con su distanciamiento, se preparaban para el día en que él ya no estuviera,no extrañarlo tanto.
Comprendió que sus días ya no podían estar sujetos a la esperanza de volver al pasado. Su vida ya no podía girar alrededor de sus hijos. Aunque se estaban quedando solos, sabía que su amor por ellos era infinito, y ellos lo sabían también. Todo había cambiado, pero así debía ser.
Así que, decidió dejar que sus hijos vivieran su vida, que enfrentaran su examen final, igual que él lo hizo. Les dejó valerse por sí mismos y usar las herramientas que él les había mostrado. Y así, encontró paz en decirse a sí mismo: “Tarea cumplida”.
Y así, con una mezcla de melancolía y orgullo, decidió que partiría a la eternidad con una sonrisa en los labios. Sabía que su amor, su guía y sus enseñanzas vivirían para siempre en los corazones de sus hijos y sus generaciones..